Reflexiones de una adolescente en el 11-S

Cuando sucedió el ataque terrorista a Estados Unidos, yo tenía 15 años y tenía una agenda Pascualina, la cual usaba más como una especie de diario/scrapbook, que como un planificador de tareas. En mi Pascualina, además de escribir lo más representativo que había hecho ese día, copiaba párrafos de todos los libros de Paulo Coelho que caían en mis manos, pegaba cualquier recuerdillo de lugares donde había estado (hasta una servilleta anda por ahí ¿?), notitas y cartitas de mis amigas del cole, letras de canciones en la sección "lyric destacada". Así es, lo tenía todo organizado, que incluso tenía secciones como "lyric destacada","quote", "oración" y "reflexión". Ahora que lo pienso, fue como el antecesor de mi blog.

El 11 de septiembre de 2001, en "Reflexión", luego de pasar todo el día informándome con mi familia sobre los atentados, escribí una pequeña nota, a la cual titulé Sentimientos ante el desastre.

La transcribo:

 "Hoy descubrí el significado de la palabra tragedia y comprendí que nadie está excento de la violencia y horror en su máxima expresión. Talvez mi ingenua condición de adolescente de un país tercermundista como Ecuador no permitía que yo experimentara la amarga conciencia del terrorismo. Un negocio cruento que utiliza el terror psicológico para atormentar naciones enteras y la violencia extrema para asesinar a sangre fría cientos de vidas humanas."Vidas humanas" suena, en este caso, como una cifra, una simple estadística, un objeto para manipularlo por conveniencia. Pero esto va más allá de lo anteriormente referido; son seres humanos, compañeros de convivencia en este planeta azul, individuos espirituales y a la vez mortales. Con una fragilidad y existencia efímera, pero con un alma que perdurará en la profunda e infinita plenitud del universo".